565: El fin de las políticas de desorden progresistas y liberales viene de la mano del fin del liberalismo.

Como hijos fieles de la Tradición hispánica, afirmamos con claridad y sin ambages que la raíz profunda de la decadencia de nuestra patria —de su desmembramiento territorial, de su ruina moral, de su desorden social— es el liberalismo, ese veneno doctrinal importado que, bajo el disfraz de libertad y progreso, ha socavado las bases naturales y sobrenaturales sobre las que se asentó durante siglos la monarquía tradicional y la unidad católica de España.

El liberalismo, en todas sus formas —ya sea constitucionalista, democrático o tecnocrático— es incompatible con el orden cristiano. Por tanto, mientras no se proclame con firmeza y decisión el fin del régimen liberal, será imposible extirpar las políticas progresistas que, día tras día, destruyen el alma cristiana de nuestra Patria: el aborto, la ideología de género, el relativismo moral, la destrucción de la familia y el ataque sistemático a la autoridad legítima.

El principal fin de nuestra acción política y social debe ser, por tanto, la restauración plena de la unidad católica y la confesionalidad del Estado. Sin un Estado que reconozca públicamente a Jesucristo como Rey y a la Iglesia como guía espiritual y moral, no habrá orden verdadero, ni justicia, ni bien común posible. La neutralidad religiosa del Estado no es más que una máscara para imponer el laicismo como dogma y expulsar a Dios de la vida pública.

Afirmamos, sin temor ni titubeo, que el orden cristiano es infinitamente superior a cualquier otro sistema en todos sus aspectos: en su concepción del hombre como criatura de Dios, en su respeto por la ley natural, en su defensa de la familia como célula madre de la sociedad, en su promoción del bien común por encima del interés egoísta, y en su búsqueda de una paz fundada en el orden.

No hay comparación posible entre la Cristiandad —con su jerarquía, sus deberes, sus virtudes y sus sacrificios— y el caos liberal, con sus derechos sin deberes, su democracia sin verdad, y su libertad sin Dios.

El carlismo no es una nostalgia, es una esperanza. No buscamos un regreso imposible, sino la continuidad legítima de lo que nunca debió romperse: una España católica, social y foral, al servicio de Dios, la Patria y el Rey legítimo.

Por eso gritamos hoy, como ayer, y como siempre:

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Tradición! ¡Viva España católica!

Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán

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