Hoy, primero de agosto, la Santa Iglesia conmemora a los gloriosos Santos Macabeos, mártires del Antiguo Testamento que, aún antes de la plenitud de la Revelación, entregaron su vida por la fidelidad a la ley de Dios, resistiendo con firmeza al helenismo. San Agustín, doctor de la Iglesia, nos recomienda la conmemoración de este día. Ellos, junto a su madre, prefirieron el suplicio antes que ceder a las exigencias del poder invasor que pretendía arrancarles sus tradiciones religiosas, imponiéndoles costumbres extranjeras contrarias al orden natural y divino. Su ejemplo no sólo es digno de veneración, sino que debe ser luz y modelo de resistencia para el católico que hoy sufre bajo la tiranía del liberalismo despótico anticristiano moderno. Estos te dicen enseña de momento tu rosario, pero quita a Dios de cualquier peldaño que huela a autoridad.
La apostasía tibia que hoy se disfraza de diálogo y concordia es fruto envenenado del mismo espíritu afrancesado que corrompió a España en las cortes liberales del XIX y que aún hoy subsiste, vestido de tolerancia y progreso. Me dan arcadas. Como los Macabeos, también nosotros debemos decir no al modernismo, al indiferentismo religioso, a la laicidad impía del Estado que pretende relegar a Cristo Rey al ámbito privado dejando de mencionar a Dios en documentos y leyes, despojando a nuestra patria de su identidad católica. No se trata de nostalgia, sino de justicia: la justicia de Dios exige naciones que lo reconozcan públicamente, que vivan sus leyes, que eduquen cristianamente, que rechacen sin ambigüedad los falsos dioses del mundo. Porque en la fe católica está la verdad y el bien común objetivos. Fuera sólo hay tiranía, subjetividad, relativismo.
Israel, humillado y disperso, volvió a alzarse gracias al celo de un solo varón que amó la Ley más que su vida. ¿Qué podrá hacer Dios con un español que no transige con el error, que no negocia la verdad, que se mantiene fiel a la Tradición, al Magisterio perenne, a la Cruz? En este día santo, que los Macabeos nos animen a no ceder ni un palmo ante el enemigo interno y externo, sabiendo que la concesión al error es traición a Cristo. Resistamos como ellos, con la fortaleza de los mártires, por amor a Dios, a la Iglesia Católica y a la España, que aun tiene todo que enseñar.
Por la Paz, en el orden. Y no la falsa paz que asesina niños y se mofa de las tradiciones bajo la apariencia de permisividad con el error, cuando en realidad existe un odio al significado profundo de la ordenación de los afectos hacia la fe católica.
Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán