Sobre el fundamento de la celebración de San Julián en Cuenca el 21 de agosto

El 21 de agosto marca el inicio de las fiestas de Cuenca y recuerda la gesta histórica de Alfonso VIII, cuando en 1177 la ciudad fue reconquistada de manos musulmanas. No es solo una efeméride militar, sino también un signo de la victoria de la cruz sobre la media luna. La historia de Cuenca está unida inseparablemente a la fe católica.

Junto a estos hechos, la ciudad honra a su patrón, San Julián, obispo humilde y santo, cuya vida fue reflejo de caridad y obediencia a Dios. Celebrar estas fiestas no se reduce a un mero acto popular, sino a reconocer que Cuenca tiene raíces católicas y que sin estas Cuenca estaría rota. San Julián nos recuerda la primacía de la honra a Dios sobre todo lo demás.

La confesión, la oración y la participación en la liturgia deben ser el centro de la de la vida de un católico coherente que abandona la hipocresía, muy por encima esto de los elementos externos como la feria o los churros. La verdadera alegría se encuentra en la adoración de Cristo. Estas celebraciones son ocasión de conversión.

Por ello, estas fiestas nos invitan también a rechazar toda ideología que aparta de Dios, como el socialismo, el liberalismo o la aconfesionalidad. La tradición católica ha condenado estas doctrinas porque son el germen de todas las corrupciones que vivimos y apartan de la salvación. Con San Julián pedimos permanecer firmes en la fe de siempre y no en una falsa fe de omisión.

Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán

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