Cuando ocurre una catástrofe, cada minuto cuenta. Una llamada, un aviso, incluso un simple dato aparentemente menor —como un olor extraño, un ruido inusual o un comportamiento fuera de lo normal— puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. A veces basta con que alguien comunique lo que percibe para que otros puedan reaccionar y salvarse.
El aviso anticipado no sólo salva vidas, también permite desarmar planes o situaciones que podrían agravar el desastre. Anticipar lo que ocurre da margen a la gente para organizarse mejor, proteger lo que se pueda y actuar con mayor serenidad.
Sin embargo, no es suficiente reaccionar en el momento: también es esencial vivir ya con una mentalidad organizada. Tener previstos planes de emergencia, puntos de encuentro, recursos básicos y una cultura de apoyo mutuo ayuda a responder con eficacia. La preparación previa multiplica el valor de cualquier aviso que llegue.
En definitiva, avisar y estar organizados son las dos claves: el primer gesto puede encender la alerta, y la preparación previa puede transformar esa alerta en una acción rápida y efectiva. Cada dato cuenta. Cada voz que avisa puede ser la que marque la diferencia.
Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán