La tradición de la Iglesia Católica ha afirmado consistentemente, desde sus inicios hasta nuestros días, la dignidad del trabajo, el valor del emprendimiento responsable, y la legitimidad moral de fundar desarrollar empresas y asociaciones orientadas al bien común.
1. El trabajo como vocación y participación en la obra de Dios
Según el Catecismo de la Iglesia Católica (n.º 2425 –2428):
La regulación de la economía por la sola planificación centralizada pervierte en su base los vínculos sociales.
Su regulación únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social.
El trabajo es, por tanto, un deber: “Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Ts 3, 10; cf 1 Ts 4, 11).
2429 Cada uno tiene el derecho de iniciativa económica, y podrá usar legítimamente de sus talentos para contribuir a una abundancia provechosa para todos y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos.
El trabajo, por tanto, no es un mero medio de subsistencia, sino un acto de cooperación con Dios Creador, y un ámbito en el que se manifiestan la libertad, la creatividad y la dignidad humana.
2. La empresa como comunidad de personas y bien común
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia afirma (n.º 338):
« la empresa no puede considerarse únicamente como una “sociedad de capitales”; es, al mismo tiempo, una “sociedad de personas”
Por tanto, el empresario no es sólo un generador de riqueza económica, sino una persona que está llamada a organizar el trabajo de manera digna, estable, justa y orientada al bien común. La empresa debe ser un lugar de crecimiento, no sólo productivo.
3. La iniciativa privada y el emprendimiento
La encíclica Centesimus Annus (1991) de San Juan Pablo II, en su n.º 32, afirma:
La moderna economía de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos. En efecto, la economía es un sector de la múltiple actividad humana y en ella, como en todos los demás campos, es tan válido el derecho a la libertad como el deber de hacer uso responsable del mismo.
Este reconocimiento es fundamental: el emprendimiento es una forma válida de vocación cristiana, cuando se vive con justicia, respeto a la dignidad de los trabajadores, y orientación al bien común.
4. Las asociaciones y la cooperación solidaria
En su doctrina social, la Iglesia fomenta también la creación de asociaciones, cooperativas y gremios (estructura tradicional alternativa al sindicato) como medios legítimos de defensa de los derechos laborales y de fomento de una economía solidaria.
La encíclica Rerum Novarum (1891) de León XIII ya defendía el derecho de los obreros a organizarse en asociaciones para proteger sus derechos. Esta visión fue profundizada por Pío XI en Quadragesimo Anno (1931) y por Juan Pablo II en Laborem Exercens (1981):
«El trabajo debe estar subordinado a la persona, y no al revés. Por tanto, toda organización del trabajo —sea en una empresa, en el mercado o en asociaciones— debe respetar la centralidad de la persona humana.»
5. Perspectiva tomista: el trabajo, el arte y el orden social
Desde la filosofía tomista, el trabajo humano se entiende como una actividad racional mediante la cual el hombre perfecciona el mundo y a sí mismo. Santo Tomás de Aquino, en la Suma Teológica (II-II, q. 66–77), trata la propiedad, la justicia en las relaciones económicas, y el valor del trabajo útil como contribución a la comunidad.
Para Tomás, la economía y el trabajo no son fines en sí mismos, sino instrumentos subordinados al orden moral. Por ello, una empresa debe perseguir no solo su rentabilidad. El comercio y la producción son lícitos cuando están ordenados al bien común, se evitan el fraude, la usura y la explotación, y se practica la virtud de la templanza en la adquisición de bienes.
✅ Conclusión doctrinal
La Iglesia Católica:
- Reconoce y promueve la libertad de emprender, crear empresas y asociaciones.
- Valora el trabajo y el emprendimiento como formas de santificación y servicio social.
- Pide responsabilidad a empresarios y trabajadores, en vistas al bien común.
- Fomenta una economía solidaria, donde el desarrollo empresarial esté subordinado al respeto por la dignidad humana y al cumplimiento de los mandamientos.
- Reclama unos salarios justos que permitan el desarrollo de la persona.
Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán
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