La concepción del ser humano que subyace en el sistema de subvenciones actual en España —evaluado desde una perspectiva tomista, patrística, de las encíclicas y catecismos — puede definirse, en términos generales, como una visión materialista, dependiente y pasiva, que se opone al ideal clásico-cristiano del hombre virtuoso, responsable y ordenado al bien común según la ley natural.
A continuación, te explico este juicio en detalle:
1. CONCEPCIÓN CLÁSICO-CRISTIANA DEL HOMBRE (Santo Tomás y Patrística)
a. Hombre como persona racional y libre
Según Santo Tomás (S.Th., I-II, q.1), el hombre está hecho a imagen de Dios por su inteligencia y voluntad libre para hacer el bien, y su dignidad se realiza en la búsqueda del bien verdadero y en el ejercicio de la virtud.
«La ley natural es la participación de la ley eterna en la criatura racional.»
El hombre no está hecho para ser dependiente del poder político ni reducido a receptor pasivo de bienes. La ayuda material sólo es legítima si promueve su perfección moral.
b. San Agustín y el orden de la caridad
En la tradición patrística, por ejemplo en San Agustín, el hombre es llamado a practicar la caridad activamente, y no a recibirla sistemáticamente del Estado. La caridad es un acto personal, libre, no un programa estatal impuesto por decreto.
2. DOCTRINA SOCIAL
a. Subsidiariedad
El principio clave en la doctrina social católica es el de la subsidiariedad, formulado explícitamente en Quadragesimo Anno (Pío XI, 1931):
«Es un gravísimo error… sustituir la iniciativa privada por la acción del Estado. […] Nunca debe quitar a los particulares y entregarse a una sociedad mayor lo que por iniciativa propia pueden hacer los individuos o las pequeñas sociedades.»
El sistema de subvenciones en España invierte este principio, al sustituir la acción directa de individuos, familias, asociaciones y parroquias por la del Estado.
b. La función del Estado
El Estado, en la visión clásica, tiene una función supletoria, ordenadora, no de proveedor absoluto. Su misión es asegurar el orden, la justicia y el bien común, no establecer una red de dependencia económica que suplante a la familia y a la Iglesia.
3. EL SISTEMA DE SUBVENCIONES ACTUAL EN ESPAÑA
a. Concepción implícita del hombre
El sistema presupone un ser humano:
- Débil, incapaz de valerse por sí mismo.
- Dependiente del Estado para acceder a la educación, la vivienda, el trabajo, la sanidad.
- Pasivo, esperando a que se le ayude.
- Materialista, al reducir su necesidad al plano económico.
- Desvinculado de sus deberes (familiares, sociales, católicos), sólo consciente de sus “derechos”.
b. Antropología política moderna (post-ilustrada)
Esta visión entronca con Rousseau, Marx o Keynes:
- El hombre es producto del entorno social.
- La pobreza es culpa de la estructura.
- El Estado debe «redistribuir» para generar igualdad.
- El individuo es objeto de planificación, no sujeto moral.
4. A NIVEL MORAL
Desde la doctrina, el sistema de subvenciones actual:
Es legítimo solamente si:
- Se orienta al bien común real.
- Ayuda a salir de la miseria material sin anular la libertad personal.
- No suplanta a la familia, la Iglesia o la sociedad civil.
- No castiga injustamente a unos para favorecer a otros (violación de la justicia conmutativa).
Es gravemente desordenado si:
- Sustituye la caridad cristiana por la recaudación coercitiva.
- Promueve la pereza o dependencia estructural.
- Alimenta estructuras inmorales (como el aborto o la ideología de género).
5. CONCLUSIÓN: VISIÓN REDUCTORA DEL HOMBRE
El sistema subvencional español presupone un ser humano:
- Que no puede sino esperar del Estado.
- Que no está ordenado al bien común por la virtud, sino por mecanismos externos.
- Que no es sujeto de deberes ante Dios, su familia y la sociedad, sino cliente del sistema.
Esta visión es antitética al tomismo, que propone un hombre:
- Activo, libre, responsable, virtuoso.
- Con obligaciones hacia Dios y el prójimo antes que con el Estado.
- Cuya dignidad no se mide por lo que recibe, sino por cómo ama y sirve.
Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán