1. Fundamento divino de la autoridad
- En Mt 28,18: 18 Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
→ Santo Tomás interpreta que todo poder legítimo procede de Dios como fuente primera (cf. STh I, q. 103, a. 6). Cristo, como Rey y Legislador, recibe autoridad suprema del Padre.
2. Jesús como nuevo Legislador
- Mt 5–7 (Sermón de la Montaña) habla con autoridad divina: 22 Pero yo les digo…
→ Cristo perfecciona la Ley mostrando su pleno sentido.
3. La autoridad legítima sirve, no domina
- Mt 20,25-28: 25 Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. 26 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; 27 y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: 28 como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
→ Santo Tomás enseña que el poder legítimo se ordena al bien común mediante el servicio (STh II-II, q. 50, a. 1), por lo tanto, un gobernante tiránico pierde la legitimidad de su mando.
4. Legitimidad y obediencia
- Mt 22,21: 21 Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».
→ La obediencia al poder civil es justa solo si no contradice la ley divina (STh II-II, q. 104, a. 5). La legítima autoridad no puede usurpar lo que es propio de Dios.
5. Autoridad religiosa ilegítima
- Mt 23: 1 Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: 2 «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; 3 ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.
→ Según Tomás, la autoridad pierde su fuerza moral si se desvía de su fin (la verdad y la justicia). La corrupción doctrinal o moral socava su legitimidad (In Matthaeum, c. 23).
Cualquier errata por favor que se nos comunique para corregirla en los textos anteriores.
Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán
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