El impacto de la cultura de dependencia
En el pensamiento cristiano clásico —y en particular, en la doctrina tomista— la dignidad del ser humano radica en su capacidad de actuar conforme a la razón, ejercer su libertad para el bien y perfeccionarse por medio de la virtud. La sociedad, el derecho y el Estado están al servicio de este fin último: la formación del hombre virtuoso y el orden común justo. Por ello, cualquier estructura que fomente la pasividad, la dependencia o la irresponsabilidad, se considera lesiva del alma individual y del bien común.
1. La subvención como causa de disminución de la autoestima
Santo Tomás enseña que el hombre encuentra su realización en el ejercicio libre y responsable de su actividad (cf. S.Th. I-II, q.1-5). Cuando una persona recibe ayuda sin participar activamente en su propio desarrollo —es decir, sin aportar trabajo, sacrificio o voluntad de mejora—, puede generar en ella un sentimiento de indignidad interior, y una pérdida del sentido del mérito.
Esta pérdida se agrava cuando el subsidio se convierte en derecho permanente, desconectado de un criterio de necesidad transitoria o de restitución al bien común. El receptor deja de verse a sí mismo como sujeto activo y se convierte en un dependiente, afectando su autoestima, identidad laboral y sentido del deber.
2. Cultura de dependencia
La doctrina social católica anterior al Vaticano II —por ejemplo en Quadragesimo Anno de Pío XI— insiste en que el orden social debe respetar los cuerpos intermedios (familia, municipio, gremios, Iglesia) y promover la autosuficiencia del hombre. Una estructura estatal que provee subsidios constantes sin condiciones reales de incorporación al trabajo fomenta una cultura de dependencia, en la que:
- El Estado sustituye a la familia y a la comunidad.
- El ciudadano deja de buscar medios propios de subsistencia.
Se genera resentimiento contra quienes sí producen y mantienen el sistema.
3. Incentivos perversos
Desde un punto de vista moral, toda acción tiene una finalidad. Si el sistema de ayudas recompensa la inactividad, el sujeto tenderá a no trabajar. Esta preferencia por el subsidio frente al empleo es un incentivo perverso. La justicia distributiva exige proporcionalidad: el que no quiere trabajar (cuando puede), no debe recibir igual que quien se esfuerza (cf. 2 Tes 3,10: “el que no trabaja, que no coma”).
Santo Tomás, siguiendo la ley natural, afirma que el bien común no puede consistir en la nivelación de todos por abajo, sino en el perfeccionamiento de cada uno según su naturaleza y vocación.
4. Infantilización del español
En un sistema subsidiado de forma excesiva, el ciudadano se convierte en un menor perpetuo. Se ve a sí mismo como alguien que “recibe” de un “papá Estado” y no como corresponsable del bien común. Esto destruye el sentido de comunidad política y de virtud.
El orden tomista exige que la autoridad política no sustituya, sino complemente la acción de los más cercanos (principio de subsidiariedad). Cuando se rompe este principio, el sistema degenera en:
- Paternalismo ideológico (adoctrinamiento a cambio de ayudas).
- Tiranía suave (libertades limitadas por dependencia económica).
- Despersonalización (el español como número, no como alma).
¿Cómo deben ser las ayudas?
- Finalidad moral: Toda subvención debe estar ordenada al bien moral del individuo y la sociedad.
- Temporalidad: Solo deben concederse en situaciones transitorias.
- Virtud del receptor: Deberían estar ligadas a un compromiso de superación, no de perpetuación.
- Canalización por cuerpos intermedios: Las parroquias, gremios o asociaciones de caridad deben ser protagonistas.
Conclusión
La subvención masiva e ideológicamente dirigida es contraria al orden natural. Según la visión tomista y tradicional de la Iglesia:
- La caridad no es reparto del erario público, sino acto voluntario y virtuoso.
- El trabajo es fuente de dignidad y medio de perfección.
- La justicia exige que cada uno reciba en proporción a lo que aporta y necesita, no en función de presiones políticas o electorales.
El Estado no debe adoctrinar con subsidios, sino servir a la virtud de sus gentes.
Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán