Organizar actos y eventos católicos no es una acción meramente funcional, sino una obra ordenada al bien común y a la gloria de Dios. En el marco de la doctrina tomista, el bien de la comunidad se alcanza cuando los actos humanos se ordenan al fin último: la salvación del alma y el culto público y racional a Dios.
La Patrística, desde San Agustín a San Juan Crisóstomo, enseña que la vida del cristiano no puede quedar encerrada en lo privado, sino que debe extenderse a la comunidad como levadura que transforma la masa (cf. Mt 13,33). La participación en la vida pública mediante el testimonio organizado es parte esencial del mandato evangélico: “Que vuestra luz brille ante los hombres” (Mt 5,16).
Las encíclicas sociales de los papas preconciliares (Rerum Novarum, Quadragesimo Anno, Divini Illius Magistri, Immortale Dei, entre muchas otras) insisten en la necesidad de que los católicos formen asociaciones para resistir al error, defender la fe, y restaurar el orden cristiano en la sociedad.
Organizar eventos permite:
- Dar testimonio público de Cristo: no como Pedro cuando lo negó, sino como Pedro después de Pentecostés, con valentía y visibilidad.
- No esconder la luz bajo el celemín, sino alumbrar en medio de la ciudad (cf. Mt 5,14–16).
- Formar a los asistentes en la fe católica tradicional, mediante conferencias, retiros, formación tomista, y transmisión del Magisterio.
- Defender la fe públicamente, frente a la pasividad o a los ataques directos contra Dios, la Iglesia, la familia o al orden natural.
- Atraer nuevas vocaciones, amistades sanas y futuros matrimonios, generando un espacio común donde las personas afines en fe y principios se conozcan.
- Fortalecer vínculos personales y profesionales, al reunir a personas con virtudes compartidas.
- Restaurar el sentido del ocio como elevación del alma: respirar aire limpio, socializar cristianamente, conversar sobre cosas nobles, y salir del aislamiento moderno.
- Promover la vida saludable, si los eventos incluyen caminatas, peregrinaciones o actividades físicas.
- Crear estructuras de acción política ordenada: donde los católicos no se limiten a votar, sino a organizarse con visión de politeia, formando parte de la vida pública como constructores del bien común.
- Combatir los abusos y el desorden público: presencia en la calle significa resistencia pacífica contra la inmoralidad impuesta, los pecados públicos, los ultrajes a la familia y la expropiación injusta del débil a través de leyes o impuestos inicuos.
- Aumentar la afluencia y visibilidad de los actos católicos tradicionales: la gente sigue lo que es fuerte, público y vivo. La fe debe presentarse con dignidad, belleza y firmeza.
- Para las situaciones difíciles, hacer eventos, es prepararse.
Director proyecto Con San Pelayo.
— Luis Gonzaga Palomar Morán